Hoy son 2 años y nueve meses desde que me hice daño en el cerebro.
Estoy mucho mejor. Camino bien, corro un poco, cocino, escucho música (sencilla), conduzco por 25 minutos a la vez. También uso pantallas por varias horas si es necesario, como casi todo – menos la lactosa y el gluten, participo en conversaciones intensas sin problema. La mayoría del tiempo.
Pero ocurren momentos y hay días, días como hoy, en los que siento que nunca me voy a recuperar. Me entra una sensación de que siempre voy a ser esclava de esta montaña rusa de funcionamiento cerebral.
Ayer, conduje por casi un total de 2 horas durante el día, incluyendo dos viajes de 35 minutos cada uno. Este fue mi récord y me cansó bastante. Luego, entrené a chicas en el futbol por 2,5 horas, preparé la cena y me quedé despierta hasta la medianoche. Esta mañana me desperté a las 7:50 y no podía con me vida. Dejé nuestro alumno de intercambio en el instituto por la mañana, volví a casa y decidí cancelar mi cita para el coche porque…simplemente la vista y el cerebro estaban demasiado cansados.
Sé que esto puede pasar, pero también estuve convencida de que había planificado bien la semana para modificar el ritmo de mis actividades para no agobiarme. El resultado fisiológico fue una decepción. Me siento incapaz de manejar ni siquiera mi vida limitada. Me siento débil, pequeña, irresponsable, inútil.
Y después me enfadé, con el horno que no se cerraba…pero realmente con todas los inconvenientes constantes de esta circunstancia. Que no basta la energía cerebral para terminar el pan que empecé a preparar, que no puedo ser un apoyo para nadie, que no puedo contribuir mucho económicamente a la casa, que llevo 3 años en una postura defensiva ante los posibles malentendidos de la gente con quien tendré que colaborar, que se me cansa la vista antes de averiguar cómo funciona el seguro médico, que los ojos se me cansan muy rápido en el sol y también en el coche, que tengo que cancelar un plan porque el sistema nervioso se agobió con el ruido del camión de basura, que no puedo ir al partido de mi sobrino porque está en un gimnasio ruidoso, que no puedo asistir la fiesta de cumpleaños de mi sobrina por el ruido de la casa, que alguien joven que conocí en los últimos meses se rió cuando dije que soy inteligente.
Y lloro por las muchas indignidades que he sufrido.
Antes lloraba, lloraba, gemía, me asfixiaba con el miedo de no salir nunca de la nube baja y oscura que me rodeaba.
Ahora, después de llorar y dejar fluir las lágrimas, pienso en lo mucho que puedo hacer, veo el progreso físico y emocional, y sigo lentamente con el día. Hago una lista de las cosas que me gustarían hacer, y hago solamente lo que me arropa en calma. Pregunto a mi cuerpo si quiere café (descafeinado) o no y lo escucho.
Ahora, me trato con cariño en estos momentos.
Add a Comment