Intervenciones ‘no-médicas’ para facilitar la recuperación

Antes que nada, quiero dejar MUY claro que la recuperación no es algo que se puede apresurar. Cada vez que intento empujarme a hacer más, a mejorar más rápido, experimento el opuesto de lo que quiero – tengo un retraso en la recuperación y un aumento en síntomas los cuales resultan en horas o días de frustración, descanso forzado, etc. Ahora, después de meses de auto-flagelación tras una recaída, sé que tengo que aceptar estas experiencias, aprender de ellas y quererme a través de las recaídas. 

La autocompasión es todo en este viaje. 

Dicho todo esto, voy a presentar algunas acciones que tomé que más me han ayudado. 

1. Crear o unirme a una comunidad de personas que entienden lo que es el trauma craneoencefálico (TCE). Es importante que esta comunidad sea un lugar seguro, y también de esperanza con gente que se está recuperando activamente. A veces es difícil encontrar una comunidad de gente con TCE pero tienes a tu familia preparada para apoyarte. Si este es tu caso, la educación acerca de la condición es fundamental para todos en tu red de apoyo. 

Idea: Trae siempre a alguien de confianza contigo a las citas médicas, si puedes. Si no puedes, escribe todo.

Sin apoyo es demasiado fácil caer en la trampa de «qué es lo que hago mal?» o «debería estar haciendo más» o «si los médicos me dicen que estoy bien, quizás realmente estoy loca», etc. La red de apoyo, y especialmente si puedes conectar con algunos que han pasado por este camino y han logrado volver a una buena vida, es lo fundamental para confiar en uno mismo, y solo con esa confianza podemos emprender un viaje tan desconocido y confuso como es la vida post-TCE y la recuperación. 

En mi caso, hablé con una persona con discapacidad física que me dio este consejo. Por suerte encontré The Concussion Community (en inglés) y LoveYourBrain (en inglés). No he visto recursos así en español y por eso estoy escribiendo este blog!

2. Cuando tengo guías/médicos buenos y comprensivos, les digo la verdad. Solo así pueden ayudar. Al principio escondí algunos aspectos vergonzosos de la condición. No me importaba hablar de cómo me sentía físicamente – vértigos, desorientación visual, mareos, como si estuviera borracha y con problemas de la audición, dificultades urinarias, etc. Pero la parte emocional me asustó. Entendí que iba a llorar – la pérdida de muchos planes, hasta de mi personalidad, pero…

Lo que no esperaba fue que me costara tanto controlar mis pensamientos. Mis peores miedos poco a poco empezaron a renacer por dentro, creaciones que pensé que las había vencido ya. Pero allí aparecieron, y crecieron. Ya que tenían un índole espiritual, fui a misa más de nuevo, hablé con un cura, etc. De hecho el cura me dijo que pensó que quizás fue algo más psiquiátrico (es un cura muy inteligente y sabio). Este fue el comienzo de entender mis nuevos miedos como algo físico y no una falta de determinación o de creencias. Otro médico, unos meses más tarde, me dijo lo mismo y empezó a buscar la forma de sanar la parte del cerebro responsable por mis luchas interiores. Poco a poco se me fueron y ya tengo un interior equilibrado, y quizás hasta más equilibrado que antes, gracias a ellos y a otro psicólogo de EMDR. 

Ahora confío mucho en la capacidad de la medicina para ayudarnos con los llamados «problemas de salud mental». Estoy muy agradecida a todos ellos, y a mí por tener el valor de hablar. 

3. He tenido que aceptar la situación tal y cómo es y eso incluye el duelo. Y he crecido. El duelo no es algo que esperaba tener que pasar después del accidente. Pensé que con el tiempo llegaría a ser el yo de antes. Sin embargo, la vida me enseñó que posiblemente no volvería a la antigua yo. O quizás que recuperase hasta el 97% de ella. 97% ha sido la meta. En el camino, me di cuenta que perdía dos oportunidades profesionales muy buenas. Pero más importante, ya no me encontraba a mí misma. El mundo personal en el que vivía fue el de una persona hueca. El cuerpo estuvo, los sentidos técnicamente funcionaron, pero la personalidad, la creatividad, el sentido de humor, la capacidad para empatía, la inteligencia rápida, la capacidad de conversar… todo esto no lo pude encontrar. Hueca. 

Lloré muchas veces al entender que quizás esta nueva persona era la que iba a ser ya para siempre. Lamenté que mi cerebro – el órgano que pagó mis estudios universitarios, que me ayudó a aprender español, que me había servido para salir de muchos momentos difíciles y del que se había enamorado mi marido – este cerebro ya no lo pude encontrar. Y, ¿quién fui entonces? 

Una persona con nuevas lecciones que aprender:

  • la paciencia
  • respetar y honrar las emociones
  • escuchar al cuerpo
  • empatía a través de la experiencia 
  • autocompasión
  • el poder de la respiración
  • hay gente que me quiere aunque no ‘sirvo’ de algo
  • mucha gente mayor escucha muy bien y es muy compasiva
  • mi cuerpo sabe distinguir entre personas que son seguras y las que no
  • me nutre ser creativa 
  • la gente que quiere entender entiende, la que no, no
  • la autoestima puede ser innata, no hay que probarla 

No sé a qué porcentaje de ‘yo’ estoy ahora, pero tengo una paz diferente…por lo menos la mayoría de los días. 

4. ¡Aprender a llenar los días en los que ‘no pude hacer nada’ fue un reto que requería creatividad! Esto es porque la lista de actividades que no podía hacer fue larga. Para cambiar la perspectiva, hice una lista de actividades que sí pude hacer:

  • colorear dibujos
  • dibujar
  • pintar (a mí me gustan las acuarelas)
  • hacer origami
  • andar afuera, especialmente donde hay más naturaleza / menos ruido (con gafas de sol!)
  • hacer punto
  • tejer
  • hacer crucigramas 
  • escribir – poesía, cuentos, biografía, journalling, etc.
  • tocar un instrumento 
  • trabajar en el jardín
  • meditación / mindfulness
  • encontrar juegos fáciles en el móvil
  • acurrucarme con el perrito
  • leer, según mi capacidad mental/emocional
  • cocinar (yo no pude al principio pero ya sí)
  • escuchar audiolibros y/o podcasts (si no tienes fonofobia/hiperacusis)

5. Aprendí a comer bien para mantener los síntomas lo más bajos posibles. A pesar de haber estado en el borde de ser vegetariana, tuve que volver a comer carne, y carne de buena calidad. En general, no me gustaba comer al principio porque siempre tenía una bajada emocional después de comer. De todas formas, ingerí verduras frescas – en particular el brócoli y las zanahorias. Dejé la lactosa, el gluten, el azúcar, la cafeína y el alcohol. 

Poco a poco, voy volviendo a algunas comidas que tenía prohibidas. Creo que tendré que dejar la lactosa del todo. 

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